¿Constituyen las demandas tecnológicas una ventaja o una desventaja para el docente?

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Cuando hablamos de tecnología en el aula, probablemente pensamos en las pizarras inteligentes, en proyectores de última generación, en computadoras con rápido acceso a internet, si no es que nuestra institución cuenta también con una plataforma educativa donde existe una comunicación fluida entre docentes y alumnos. Esto sin dejar de mencionar la importancia de manejar presentaciones en Power Point, Prezi y, tal vez, poseer conocimientos básicos de Excel. No es difícil concluir que los docentes tenemos que poseer una gran gama de conocimientos para adecuarnos a las demandas del mercado.
 
El problema radica principalmente, en que pareciera que sólo apreciamos las instituciones que tienen acceso a tales implementos tecnológicos. ¿Pero qué ocurre en aquellas áreas donde apenas se cuenta con la infraestructura indispensable para que los alumnos reciban sus clases en las condiciones mínimas aceptables? ¿Tendrán los docentes alguna opción de emplear estas herramientas cuando existen muchas otras necesidades que cubrir? Tal vez la pregunta correcta sería: ¿Qué es prioritario: el dominio de la tecnología o el contar con las herramientas metodológicas y de infraestructura mínimas que nos permitan satisfacer las necesidades de conocimiento de cada nivel educativo? (ver el link de la segunda referencia)
 
Es alentador saber que, a pesar de las limitaciones financieras, muchos docentes se las arreglan para beneficiar a sus alumnos creando aplicaciones para que  aprendan, por ejemplo, a leer, estudien mejor las matemáticas, desarrollen su ingenio y su creatividad. Estos son maestros que dejan huella, no sólo en sus alumnos, sino también en sus propios colegas. (ver link de la primera referencia)
A nivel universitario, existen muchos cursos que se dictan siguiendo una modalidad mixta (“blended”), es decir que ofrecen una combinación de clases presenciales y sesiones online, que pueden ser también para práctica individual o disponer de una asesoría presencial. También existen cursos que se dictan totalmente en línea (“online”). La gran interrogante es: ¿Cómo perciben los alumnos este tipo de cursos? ¿Sienten que efectivamente, se da un aprendizaje? ¿Consideran que el entorno virtual es comparable al entorno personal, que tiene otras características y otro tipo de interacción? ¿Las necesidades de los alumnos determinan el perfil del estudiante en línea? ¿Son las necesidades de estudiantes de nivel primaria y/o secundaria las mismas que las de los estudiantes de nivel universitario? ¿Y los estudiantes de maestrías que además, nunca tuvieron la oportunidad de estudiar un segundo o tercer idioma en el colegio? ¿Estamos teniendo en cuenta a los alumnos que trabajan y/o los estudiantes adultos que además de trabajar tienen muchas responsabilidades laborales?  ¿Estos cursos satisfacen sus expectativas? ¿Y qué papel juegan en este contexto las expectativas de los docentes? Mas aún,  ¿Cuál es el rol del docente en este tipo de cursos? Hay mucho aún por descubrir en este campo, pero estoy convencida que lo iremos perfeccionando si tomamos en cuenta la experiencia docente y si la planificación educativa no es un empeño aislado, sino más bien un afán integrado al quehacer educativo.
Y usted, estimado colega, ¿Ya forma parte de los docentes que imparten cursos de este tipo? ¿Qué lo motiva a hacerlo? O por el contrario, ¿Qué lo frena para hacerlo?
¿Cuál es su experiencia docente en relación al empleo de la tecnología en su institución?
 
Referencias
http://elcomercio.pe/mundo/latinoamerica/peruano-figura-entre-50-mejores-profesores-mundo-noticia-1953620

http://larepublica.pe/impresa/domingo/863592-una-maestra-peruana-en-siria
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